viernes, 16 de noviembre de 2012

Que nadie duerma... Nessun dorma



Con este hermoso fragmento de la ópera “Turandot” de Puccini se nos invita a vigilar, a estar en espera. La historia es bella, enigmática y llena de simbolismo: Turandot, guapa princesa, guarda en su frío corazón el resentimiento por el daño hecho a una de sus familiares. Decide casarse y poner a prueba la inteligencia de sus pretendientes. Deberán responder a tres enigmas, y si no lo consiguen…, sentencia de muerte. Uno tras otro van muriendo. Pero el príncipe Calaf, de incógnito, llega al palacio y responde acertadamente a los tres enigmas. Turandot se niega a cumplir su promesa. El príncipe le plantea un reto: si por la mañana no sabe su nombre, ella deberá casarse con él. Si consigue averiguar el nombre, el príncipe aceptará la muerte. La princesa ordena que esa noche “nadie duerma” pues hay que averiguar el nombre del príncipe desconocido. En la noche ocurren hechos importantes que llevan a descubrir que el nombre que da sentido a todas las cosas y las salva es AMOR. Y es que es en la noche donde se descubre la verdadera esencia de lo que somos…

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